En las últimas décadas, nuestra idea de “hacer política” ha ido mutando de la gestión de asuntos públicos a un espectáculo continuo donde los gestos y las frases contundentes eclipsan las soluciones reales. Veamos por qué la política de hoy se parece más a un show televisivo que a una maquinaria de gobierno.

 1. La teatralidad por encima de la sustancia

  • Titulares y viralidad
    Las declaraciones explosivas y los enfrentamientos mediáticos reciben mucha más atención que los detalles de presupuestos, decretos o reglamentos. El objetivo deja de ser mejorar la sanidad o la educación, y pasa a ser “ganar trending topic” o “encabezar un debate en prime time”.

  • Discursos guionizados
    Las comparecencias oficiales se ensayan con spot de campaña: frases cortas, eslóganes pegadizos y staging dramático. Lo importante no es explicar cómo se va a bajar el paro, sino dejar un “momentazo” que circule en redes.

 2. Políticos como “influencers”

  • Marca personal y seguidores
    Hoy muchos dirigentes construyen su perfil público como si fueran youtubers: postean fotos, responden a comentarios, hacen lives y “stories”. La fidelidad del electorado mide en “likes” y “shares” más que en proyectos legislativos o gestión efectiva.

  • Sesgos del algoritmo
    Las plataformas premian la polémica. Cuanto más dividida está la audiencia, más se enganchan los usuarios. Y eso tienta a políticos a radicalizar mensajes para asegurarse visibilidad, aunque no construyan consensos.

 3. Gestión silenciada

  • Informes y datos en la penumbra
    Los documentos técnicos, los paneles estadísticos y las memorias de gestión suelen quedar relegados a webs institucionales difíciles de encontrar. Pocos medios profundizan en ellos: la “noticia” es la promesa o la bronca, no el grado de cumplimiento de las políticas.

  • Expertos ignorados
    Economistas, sociólogos o médicos aportan análisis rigurosos. Sin embargo, su voz apenas aparece en debates televisivos, donde importan más los opinadores “estrella” o “tertulianos” que la evidencia empírica.

 4. Consecuencias para la democracia

  1. Desafección ciudadana: Cansados del ruido, muchos votantes prefieren eludir la política o cerrar sus pantallas.
  2. Polarización: La lógica del espectáculo apuesta por “ellos contra nosotros”, dificultando acuerdos y consensos.
  3. Decisiones a corto plazo: El calendario mediático premia la noticia rápida, no la reforma profunda.

5. ¿Hacia dónde ir?

  • Recuperar la transparencia: Facilitar el acceso a datos de gestión, con resúmenes claros, abiertos y comparables.

  • Fortalecer el análisis ciudadano: Promover medios y plataformas independientes que expliquen políticas con rigor y sin sensacionalismos.

  • Fomentar el diálogo constructivo: Generar espacios –físicos y digitales– donde políticos, expertos y ciudadanos puedan debatir propuestas con respeto y foco en soluciones.

Conclusión
La política sólo recuperará su valor como instrumento de gestión cuando dejemos de verla como un espectáculo permanente. Exigir claridad, datos y resultados –en lugar de aplausos mediáticos– es el primer paso para transformar el show en gobierno eficaz.